miércoles, 3 de diciembre de 2008

mujeres, sombras y corrupción.


Mujeres. De ellas no puede prescindir el film noir. Mujeres ambiciosas, calculadoras. Mujeres que manipulan y utilizan a su antojo a los hombres, a los protagonistas de este género. Estos protagonistas pueden ser los más duros, los más hábiles a la hora del enfrentamiento y de la resolución del crimen. Pero también son humanos y por ende cuando sus miradas se cruzan y se nutren con la belleza del cuerpo curvilíneo de las femmes fatales no pueden hacer nada.

Es lo que sucede con el personaje de Walter Neff (Fred MacMurray) en Pacto de sangre (Double Indemnity, Billy Wilder, 1944) al conocer a Phyllis (Bárbara Stanwyck). Ella se presenta asomándose a través del segundo piso de su casa, solo llevando puesta una toalla blanca alrededor de su escultural cuerpo. La casa está en penumbras y solo se ilumina cuando aparece en escena Stanwyck, su cuerpo transmite una luz clara que ciega al espectador ante tanta belleza. Su postura y la cámara que la toma en contrapicado revelan el poder que esta mujer posee, no solo económico, sino también el que tiene sobre los hombres. La delicadeza y la hermosura con la que su personaje se presenta no dejan solo a Neff con la boca abierta. El público masculino que vea esta película, o cualquier film noir que posea una majestuosa femme fatale, siempre quedará maravillado con estas mujeres de ensueño.

La utilización de contraluces es un recurso característico del film noir. No solo sirve para crear ese ambiente oscuro que rodea a los personajes, sino también para reflejar al espectador la psicología y situación al límite en que se encuentran los personajes.
Las sombras de las persianas americanas de la oficina de Sam Spade (Humphrey Bogart) en El halcón maltés (The Maltese Falcon, John Huston, 1941) o el departamento de Lauren Bacall en Senda peligrosa (Dark Passage, Delmer Daves, 1947), denotan el encarcelamiento en el que viven estos personajes. Sufren un encierro tanto real como psicológico.
Las sombras proyectadas en el rostro de Spade reflejan los oscuros pensamientos y la intriga que reside en su interior al no saber si puede confiar en su amada (Mary Astor).
Las persianas proyectadas a través de las paredes de la oficina representan también el encierro laboral que sufre este hombre.
En el caso del departamento de Bacall, demuestra un encierro que va más allá de lo psicológico. Demuestra que Vincent Parry (Bogart), que se aloja en ese departamento, no puede huir aún de su pasado, a pesar de estar fuera de la cárcel. Lo que sucede es que la verdadera prisión es su propia vida que lo mantiene excluido de la sociedad debido al crimen que supuestamente cometió. Al contrario del caso de Spade en que su mente logra apaciguarse al saber la verdad, Parry nunca encontrará esa libertad y tranquilidad ya que la única persona que podía demostrar su inocencia muere de forma trágica. Es así que Parry se exilia con Irene (Bacall), su amada, pero nunca será un hombre libre, el pasado lo perseguirá por siempre. A él y a todos los protagonistas del film noir, ya que éstos nunca lograrán su cometido por completo.
Por último tenemos a los tan detestables y a la vez queridos personajes corruptos. En el film noir se pueden encontrar desde policías que por un par de billetes miran hacia otro lado hasta ladrones de poca monta. Desde políticos corruptos hasta miembros respetables de la sociedad que realizan chanchullos en la clandestinidad. Estos personajes son los que hacen que el género se acerque bastante a la realidad. Hacen que se forme un gran verosímil ante el espectador.
A pesar de la vestimenta perteneciente a los 50 y al contexto histórico en el cual se desarrolla la historia, cualquier espectador, que es conciente de lo que sucede en el mundo, puede ver a estos personajes a diario a través de las noticias y hasta cruzárselos por la calle.
Matones como Joel Cairo y Wilmer Cook (Peter Lorre y Elisha Cook Jr.) en El halcón maltés y un mafioso como Gutman (Sidney Greenstreet) puede verse en los ajustadores de cuentas o en el contribuyente poderoso en una campaña política, respectivamente.
En el caso de Neff en Pacto de sangre, el propio protagonista es el corrupto. Un vendedor de seguros que hace arreglos para cobrar cierta suma de dinero es el caso más conocido. ¿Quién no ha sabido de algún caso en el que se provoca un incendio o se (auto) roban un vehiculo para cobrar el seguro?
Es cierto que los casos mencionados son llevados un poco más lejos en el mundo del film noir, pero no se puede negar que se acerca bastante a nuestra realidad.

Nicolás Ponisio.

2 comentarios:

Melibea dijo...

¡Hola! ¿Qué tal?

E. G. Robinson es uno de mis actores favoritos, de esos que la gente no recuerda porque la mayoría de las veces son eternos actores de reparto. Sin embargo, lo que me gusta de él es eso, que su aparente "silencio" interpretativo lo convierte en un grande. Odio los excesos de los actores, de esos que pretenden suplir sus carencias con la demagogia de sus gestos. Al respecto de este tema, en una entrevista, Michael Caine (otro que adoro) afirmaba, mediante un ejemplo, que, para interpretar a un borracho, había que disimular su borrachera.

Bueno, os mando un saludo. Suelo pasarme por acá, pero me veo incapaz de comentar en bastantes momentos, pues no controlo de cine.

Cuidaos.

BUDOKAN dijo...

Muy buena reseña. Un noir que es ejemplo de todos los noir.