lunes, 1 de junio de 2009

Siga el baile.


Cuatro gángsters están decididos a dejar sus vidas enfrentándose con el jefe de la mafia de Hong Kong. Están decididos a salvar a la mujer de su compañero muerto. Están decididos a desenfundar sus armas y entregarse en cuerpo y alma a la acción.
Exiled (2006) de Johnnie To, no es un film de acción convencional. Detrás de los golpes, los balazos y la sangre hay más, mucho más. Hay una historia de amor. El amor fraternal entre estos cuatro amigos (antes cinco) que se enfrentan a lo que sea, codo a codo sin nunca separarse.

Si algo reside en los films de To, es la hermosura que el director entrega, al igual que los protagonistas de Exiled, en cuerpo y alma. La hermosura de la historia, la hermosura de la acción y sobre todo, lo más importante, la hermosura que posee la cámara. Ésta da lugar al goce visual, todo en To se ve y mueve armoniosamente. Hasta la escena más violenta se llena de un gran despliegue de belleza. La cámara casi nunca se detiene, se mantiene danzando entre los personajes, dotando a las escenas de acción de una tranquilidad, de una pasividad absoluta. Nos hace entrar en un éxtasis que recorre todos nuestros cuerpos y nuestras pupilas se dilatan y brillan ante las magníficas imágenes que To nos ofrece. Es en ese momento cuando la cámara decide tomarnos de la mano y nos hace danzar junto a ella y a todo lo que ocurre dentro del encuadre. La calma con la que se mueve, los movimientos ralentizados de los personajes, acompañados por una excelente banda sonora, convierte a las escenas en un vals sin fin.

Finalmente cuatro gángsters están decididos a dejar la vida en la pista de baile.
Una lata de Red Bull comienza a dar vueltas en el aire mientras se desata la pelea final. Todos los personajes bailan con sus pistolas en mano, coreografiando sus movimientos y disparos, pintándose un rojo pasión en las vestiduras, viciando el aire de sangre. Nosotros volamos sobre el escenario observando todo y maravillándonos con cada movimiento delicado que capta To. De pronto la música se detiene, o mejor dicho los disparos. Al hacerlo se nos cortan las alas y la lata de energizante cae, al mismo tiempo que caemos junto a estos cuatro amigos, desde ahora nuestros amigos. Es allí cuando a cuatro gángsters inseparables se les dan las alas que a nosotros, los espectadores, nos quitaron. Ellos sonríen y se despiden tiñendo de rojo la pista de baile.

Nicolás Ponisio.