martes, 7 de julio de 2009

Los placeres de la decadencia

¿Pueden unas flores en descomposición seguir manteniendo la belleza adquirida en su cenit de florecimiento? A primera vista no e incluso resultaría chocante y desagradable principalmente en el punto donde deja en evidencia la primavera perdida, la ausencia de frescura. Flaming Creatures es una impresión visual chocante, de una aristocracia en decadencia, desnaturalizada y parodiada mediante una representación de lo grotesco. Sexualidades confusas e invertidas repiten un riguroso protocolo de producción personal. Rouge, vestidos de fiesta y genitales masculinos ubicados cuidadosamente en el encuadre. El film oscila entre la quietud pictórica y el caos de la cámara. Está comienza a moverse junto con los personajes. La cámara pierde el control, como el film el sentido. La luz juega con la desorientación y las imágenes se vuelven abstractas. Entre luces, sombras, objetos apenas distinguibles y flores se ve una violación. La cámara participa, se acerca, destruye la perspectiva. Solo vemos partes del cuerpo, extremidades enredadas entre sí. Lo cruento, lo desagradable se estetiza. Se vuelve aceptable, al perder la forma, al no intentar ser real ni tener un sentido. Después, muerte, una vamp y sexo. La película de J. Smith carece de un argumento pero responde a pulsiones básicas. La pasión, la locura, el sexo como su más simple expresión “solo sexo” son carencias. Carencias de orden moral, de razón y de sentimientos. Carencias de dirección, de sentido, de orientación tal como nos muestra el film. Entonces ¿el film es bello porque remite a todo eso que no tiene? No, el film construye su propia belleza resignificando sus imágenes. Es la belleza de lo perverso, de lo sádico. El film logra disfrutar con la carencia, con el desarraigo del sentido y le da una posibilidad al espectador de gozar aunque sea por 50 minutos de esa belleza que en la vida personal y publica, se priva.



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