sábado, 24 de octubre de 2009

Mujer de arrabal.

Arrabal:
Barrio fuera del recinto
de una población.

En el film Arrabalera (Tulio Demicheli, 1950) Felisa comienza siendo uno de los personajes característicos de Tita Merello. Una mujer fuerte, con un carácter duro y que se anda por la vida sin tapujos, enfrentando a quien sea y sin guardarse nada para decir. Pero lleva consigo un punto débil: la indecisión. Raíz que se extiende a lo largo de trama acarréandole grandes momentos de infelicidad. Esa duda le va quitando la fuerza y energía que tenía en un principio.

Felisa no puede elegir entre Domingo y Servando (Raúl del Valle y Santiago Gómez Cou) para contaer matrimonio. Cuando logra finalmente decidirse y casarse con Domingo, no puede dejarlo, sino que se encuentra sumisa ante sus constantes maltratos. Y años más tarde tampoco logra contarle a su hijo de su verdadero padre. La protagonista termina, por momentos, desvirtúandose completamente y dejando de ser la de antes. Todo esto viene acompañado por la falta de interés que comienzan a tener por ella los hombres de la historia. Quienes antes se disputaban su amor, de alguna manera, la van olvidando.

El primero en apartarse de ella es Servando en el momento que decide rescatar de la calle y darle un hogar a una vieja mujer desamparada. Luego es domingo quien la hace a un lado teniendo como prioridad el juego, el dinero y el alcohol. También desaparece el interés de la gente del bar que acudía a escucharla cantar. Antes la clientela presenciaba sus shows llenando el lugar de aplausos y vitoreos. Luego solo canta ante un pequeño grupo de hombres que tienen toda su atención puesta en un partido de truco.

Finalmente los dos protagonistas masculinos se enfrentan el amor de Felisa, pero nuevamente es hecha a un lado. Se queda sola en una calle desierta, aguardando la llegada de Domingo que en ese momento solo se interesa por acuchillar a su oponente. A pesar de ser el amor y deseo de estos hombres, Felisa es siempre alejada y excluida como ese viejo arrabal aislado de la ciudad.

Nicolás Ponisio.


sábado, 10 de octubre de 2009

Del deseo y del amor.








El último film de Woody Allen, hasta la fecha, es un viaje de autodescubrimiento y (no) aprendizaje que también puede ser visto como un rito de iniciación malogrado.

Al comienzo de este viaje a España. Vicky (Rebecca Hall) es una mujer con firmes convicciones, decidida sobre lo que desea (terminar sus estudios y casarse con el hombre que ama), mientras que Cristina (Scarlett Johansson) no tiene para nada claro lo que quiere en su vida (tanto en lo laboral como en el amor), ella prefiere buscar y experimentar aventuras sexuales.

Tomando esas características como punto de partida, Allen utiliza el film para desarrollar dos niveles de viajes o iniciaciones. El primero hace recorrer, a los personajes y al espectador la arquitectura y las obras de arte de la cultura española. Cada plano de los lugares visitados y de las protagonistas extranjeras que los visitan, posee una hermosura que refleja la fascinación que siente Allen por ese territorio y la mujer. Al unir las dos cosas el resultado es un éxtasis de belleza.

El segundo nivel es la transformación interior de estas dos jóvenes norteamericanas al conocer a Juan Antonio (Javier Bardem). A través de él, las protagonistas cambian sus roles. Vicky, quien tenía bien en claro su vida amorosa y sus valores, termina teniendo una aventura con Juan Antonio. Situación que desmorona, a partir de allí, su moral y la relación con su novio. En tanto Cristina, quien no buscaba nada formal, acaba teniendo una relación con Juan Antonio y su neurótica ex mujer (Penélope Cruz).

Los roles de las protagonistas que le dan nombre al título del film, se invierten para poder encontrar el amor y otra visión de la vida. En ambos casos fracasan. Se autodescubren como personas totalmente diferentes de lo que creían y a la vez no aprenden nada al volver a sus posiciones iniciales, tirando a la basura toda la experiencia vivida. Las oportunidades que tienen son desechadas ya que a lo largo de la historia no se entregan al amor, ni siquiera pasan cerca de él, sino al deseo. Y el problema reside allí. Porque, como explica el personaje de Bardem, "En todos estos años el mundo no ha aprendido amar".

Nicolás Ponisio.